Tras su paso por la Base Militar de la OTAN en Aviano, Italia, la Caravana llega a Bihac, una localidad bosnia ubicada en la frontera con Croacia (UE). Esta pequeña ciudad fue testigo de un exterminio durante la Segunda Guerra Mundial tras ser anexionada al estado fascista croata. Asimismo, en los 90 fue el escenario de una limpieza étnica contra la población bosnia de confesión musulmana, sufrió un asedio y bombardeos durante la Guerra de los Balcanes. En la actualidad, es el último escollo de las personas que tratan de ganar Europa a través de la ruta balcánica.

La mañana del martes 16 de julio, la Caravana Abriendo Fronteras intercambió experiencias, en primer lugar, con las mujeres de los Balcanes, muchas de las cuales forman parte de la Red Internacional de colectivos de Mujeres de Negro. Compartieron los relatos de las resistencias a nacionalismos durante y después de la guerra de los 90. Sus militancias han luchado hasta la actualidad por la Memoria, la Verdad y la Justicia y Reparación por las víctimas y sus familiares. Y después, con Nihad Suljic, activista que participa en identificaciones de cuerpos en la frontera con sus fotografías y que también acoge y ayuda en la medida de lo posible a las personas en tránsito, y Socorro Guzmán, madre de un joven desaparecido en 2018 en México porque quiso, como abogado, ayudar a un amigo que estaba siendo extorsionado por su jefe para traficar con droga. Ambos desaparecieron a manos de la policía, que se niega a realizar los trabajos de búsqueda del cuerpo o a realizar una investigación. Socorro formó el colectivo “Memoria, verdad y Justicia” junto con otras madres de desaparecidos, y no ha parado de buscarlo desde entonces sin éxito, aunque sí que pudieron encontrar, con excavaciones realizadas por la propia asociación y afinidades, los cuerpos de otros jóvenes.  

Los testimonios de la primera mesa redonda relataron las vivencias violentas que sufrieron durante la Guerra de los Balcanes: violaciones, limpieza étnica, exilio forzado. Todas estas vivencias, coincidieron, las llevan hoy en día a solidarizarse con las personas en tránsito que atraviesan su territorio. Especialmente emotivas fueron las intervenciones sobre búsqueda de cuerpos, ya que la asistencia pudo sentir el dolor de una madre al no poder recuperar los restos mortales de su hijo “porque mientras no encontramos a nuestros hijos, nuestro duelo es a medias” y entender cómo miles de familias sufren este dolor mientras esperan noticias de sus seres queridos. Hoy en día, según el testimonio de Nihad, Europa no permite la búsqueda e identificación de los cuerpos, los entierra en tumbas o fosas comunes anónimas o, directamente, los hace desaparecer: “aquí no solo han sido sepultados los chicos de Afganistán sino todos los valores europeos”, sentenció. 

Por la tarde, la primera intervención relató cómo se ha trabajado con las infancias nacidas de violaciones durante la Guerra de los Balcanes. La asociación que realiza este trabajo ha conseguido que reciban un estatus jurídico y el acceso a diferentes derechos que les eran negados, ya que los y las niñas de mujeres violadas durante cualquier guerra a nivel mundial no habían sido hasta la fecha sujetos de derecho. También realizan acompañamiento a través del arte que permite la recuperación del trauma que puede suponer ser una o un “hijo del enemigo” a ojos de la sociedad. 

Después, una refugiada afgana dio a conocer cómo fue su trayecto hasta España, cosa que permitió a la asistencia entender mejor el proceso del que se estaba hablando. Luego vino el turno de las asociaciones e iniciativas locales que trabajan a pie de calle con las personas en tránsito en las diferentes fronteras balcánicas (Serbia, Montenegro y Bosnia), que describieron, a través de testimonios de primera mano, cómo la policía croata ejerce violencia física y sexual contra las personas migrantes: les roba la ropa y el dinero y destruye sus teléfonos móviles, les golpea durante las devoluciones en caliente para tratar de desalentar sus intentos. A veces incluso les dispara. Por todo ello y por la violencia que han sufrido para llegar hasta la zona, las personas migrantes no confían en las instituciones, en muchos casos prefieren en lugar de ir a un campamento oficial quedarse en situación de la calle o en un edificio abandonado.

Estas asociaciones explicaron cómo las condiciones de los pasos fronterizos han ido evolucionando tras la apertura de la ruta balcánica en 2016: el pacto de la UE con Turquía supuso la primera limitación para las personas en tránsito, impidiendo cualquier intento de regularización de su situación, ya que las personas no llegan a las fronteras europeas. En estos años, Hungría construyó una enorme valla que controla con ayuda de Frontex, igual que ocurre en otras fronteras externas de la UE.  Asimismo, Croacia militariza su frontera, lo que en 2023 le valió la felicitación por “fortalecer” la Unión Europea a la hora de entrar en la Zona de Schengen. Últimamente, siguiendo las directrices de las políticas europeas, el gobierno serbio cerró los campos en el norte del país, aumentó el control policial, empujando a las personas en movimiento hacia las localidades en el sur de Serbia. 

Así pues, en Serbia ya no hay apenas centros de acogida y los que hay están en el suroeste, cosa que obliga a las personas en tránsito a pasar directamente a Bosnia o a Montenegro. Si el intento no funciona, son llevados a “campos de acogida”, lo más alejados posible de la frontera. Una vez en Bosnia o en Montenegro, reciben todo tipo de limitaciones en estos campos, como el de Lipa. Una experiencia esperanzadora que relató Maja Nikolandic fue la de una asociación llamada Centro de Estudios de Paz, que ofrece ayuda legal gratuita a las personas migrantes para tratar de alcanzar el ejercicio de sus derechos y ha ganado un par de casos en Estrasburgo. 

 

Para más información y contacto (también durante el recorrido):

Pedro Ramiro +34 638 93 6897 y Cristina Garcia de Andoin Martin +34 696 37 4001

 www.abriendofronteras.net