Lepe, 20 julio de 2019.- La Caravana Abriendo Fronteras pone el foco, en su última jornada, en la situación de explotación laboral en el campo que viven sobre todo las jornaleras marroquíes que trabajan en los campos de fresa. Por la mañana, en la mesa internacional de sindicatos, hemos contado con los testimonios de Mohamed Hakech, ex secretario general y actual responsable de relaciones de la Federación Agrícola de la Unión Marroquí de Trabajadores (FSNA-UMT); Badia Aarab, Responsable del Área de Trabajo y Mujeres del FSNA-UMT; y, Jadiya Aniani de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, AMDHA, y Responsable del Área de Migraciones en Marruecos. S on varias las circunstancias que impulsan al empresariado español del campo a elegir Marruecos para contratar jornaleras para trabajar en los campos: acuerdos sobre el control
de los ciclos migratorios, la situación de precariedad y degradación de Marruecos, acentuada tras la primavera árabe de 2011, ya que se produce una regresión en los derechos humanos y una represión de los movimiento sociales, sindicales… En este contexto las mujeres son quienes acusan más esa situación. Tan sólo un 20% tienen
acceso al mercado laboral y cada vez más mujeres son el único sostén de su familia.
La violencia machista también se ceba en ellas. Dos de cada tres mujeres son víctimas de violencia machista en el seno de la pareja. No se reconoce una relación laboral ni derechos laborales para las trabajadoras del sector agroalimentario o trabajo doméstico.
En este contexto, el 90% de las temporeras contratadas en los campos de Huelva son mujeres. Se contratan en origen, en régimen de lo que se ha denominado Contratación en Origen por Contingente. El empresariado español, con la intermediación del propio gobierno marroquí, tiene la posibilidad de elegir y seleccionar a las trabajadoras: no demasiado mayores (el límite está en alrededor de los 40 años) para que puedan aguantar las condiciones de trabajo; con manos delicadas para que no dañen las fresas; con obligaciones familiares, para asegurarse que regresarán; delgadas, para que se puedan agachar sin problemas en los invernaderos… Una vez en los campos, se les retiene el pasaporte y cuando llegan, ya en destino, se dan cuenta de que las condiciones reales no se corresponden con las que les prometieron en origen (jornadas más largas, sueldos más
bajos..).
Asimismo, el permiso de residencia está condicionado a la vigencia del contrato laboral; la renovación para la próxima temporada depende de la voluntariedad de la parte empleadora y no existe garantía de un mínimo de peonadas. Tampoco pueden cambiar de patrono,
sector de actividad ni de región. Se alojan en las instalaciones agrícolas, donde están siempre controladas. Se les resta de su exiguo sueldo los gastos de agua, higiene, traslados… También se conocen casos de abuso sexual tanto por parte de empresarios españoles como de intermediarios marroquíes.

Y todo ello se hace en una situación de indefensión, de vulnerabilidad; porque, por una parte, la mayoría no tiene otra fuente de ingresos (y suele tener familiares a su cargo), y, por otra, muchas son analfabetas y no hablan español, además de no contar con una red de apoyo.
Chara Cestari, de Carovane Migranti, que acompaña a la Caravana Abriendo Fronteras, nos ha dado testimonio de la situación de explotación de las mujeres jornaleras en Italia, más acusada en el sur, pero existente también en las regiones del norte; sobre todo en el cultivo del tomate y la vid. Antes estas trabajadoras procedían principalmente del Este de Europa, Macedonia y Rumania, pero actualmente vienen de África. Las denuncias de abusos sexuales también se dan en el campo italiano.
Tras esta mesa de organizaciones socialez, las personas integrantes de la caravana han tenido la posibilidad de conocer los testimonios de trabajadoras y trabajadoras migrantes en primera persona; algunas de las cuales, lo han hecho ocultando su identidad ante las
cámaras, para que no se les identifique y puedan ser represaliadas o para que su familia no conozca su situación.
Todas estas personas, procedentes de Marruecos y Senegal, tienen una historia común: vinieron en busca de una vida mejor, con idea de trabajar. Todas han sido víctimas de un empresariado buitre que no paga lo que promete, les despide cuando ya no les necesita; pero también han encontrado la solidaridad en su entorno y devuelven lo recibido con
creces, trabajando -incluso de manera voluntaria- con diversas organizaciones, tejiendo redes…
Es importante señalar esta vulneración de derechos, pero también hay que subrayar su resistencia y denuncia ante la misma. En el caso de las trabajadoras de Huelva, en 2018 un grupo de temporeras interpusieron denuncias judiciales y públicas por haber sufrido abusos por parte de sus empleadores. El archivo de estas demandas, sin que el juez llegase a escuchar sus testimonios, pone de manifiesto la inexistencia de mecanismos de control y de herramientas destinadas a garantizar el cumplimiento de sus derechos. Recientemente la Audiencia Provincial de Huelva ha reabierto la causa. Y también, las autoridades competentes, se han visto obligadas a negociar ante la presión social, las condiciones de
este tipo de contratación. Entre las que se barajan están las siguientes: garantizar que las temporeras conocen y entienden el contrato que firman; dar a conocer sus condiciones de empleo y sus derechos laborales y sanitarios; garantizar la habitabilidad de las viviendas;
facilitar su acercamiento a sus entornos de acogida; y establecer interlocutoras entre las trabajadoras, las administraciones y otros agentes sociales, como sindicatos y ONGs.
En este sentido, se ha mencionado la victoria sindical de Huertas de Peralta, en Navarra, que además creó una riada de solidaridad y apoyo en toda Euskal Herria, solidaridad que se ha extendido al compañero Abdenabi, imputado por esta lucha sindical y a quien miembros
de la caravana han mostrado su apoyo.
La situación de estas personas, y en especial de las mujeres jornaleras, es un claro ejemplo de cómo opera el sistema capitalista heteropatriarcal, vulnerando los derechos personales,sociales, económicos y laborales de las mujeres, así cómo el racismo que actúa de manera
cómplice en el quebrantamiento de derechos que viven las jornaleras contratadas en origen para las campañas agrícolas. También hemos oído, que sólo la unión de trabajadoras y trabajadores, y la solidaridad será la única vía posible para luchar contra ese sistema capitalista, patriarcal y xenófobo.
Finalmente, por la tarde, las personas participantes en la caravana, junto a miembros de sindicatos y otras organizaciones invitadas han podido reflexionar sobre diferentes temas
como son la explotación laboral, acoso y abusos sexuales, desmontando el neofascismo, personas migrantes desaparecidas, medio ambiente y explotación y el Tribunal Permanente
de los Pueblos. Después de una velada de despedida, las y los participantes en la Caravana Abriendo Fronteras partirán mañana a primera hora hacia sus lugares de origen con el compromiso
de seguir fortaleciendo redes durante el año y trabajando por los derechos de las personas migrantes frente al avance de los espacios xenófobos y neofascistas.