De vuelta al planeta de cada día de la semana. En ese punto espacio-temporal y emocional en el que te colocan las experiencias vividas en los grandes viajes. Esos viajes que son significativos no tanto por la distancia recorrida sino porque a la vuelta te obligan a recolocar algo más que la ropa que traes en la mochila.
Han sido días intensos los que hemos vivido casi 300 personas en Caravana Abriendo Fronteras en nuestro recorrido por Andalucía y Ceuta.
Dos noches durmiendo al raso, varios días de altas temperaturas allí y aquí, y el cuerpo, ese organismo vivo, resistente, frágil y ecodependiente a la vez, ya dice basta. No sé si es la tos o mi conciencia lo que me despierta, pero en ese duermevela escucho en la radio que estamos ante la mayor tragedia del año en el Mediterráneo con un nuevo naufragio frente a las costas de Libia, con más de 100 personas muertas mientras se impide navegar a las embarcaciones de rescate. Más allá de las cifras, esta vez recordamos historias y ponemos caras, porque hemos viajado y convivido con madres y hermanos de desaparecidos en las fronteras, como Souad y Badia, como Ana y Mario.
Es viernes y la gente joven se prepara para su Fridays For Future frente al Ayuntamiento. Y esta vez se trata de una concentración que durara… 12 horas! No sé que será mejor, si un calor de más de 40 grados como ayer, o un día de tormenta como hoy a 20 grados menos, para estar a la intemperie tantas horas.
Esta semana más de 70 organizaciones y colectivos han difundido un comunicado instando a la ciudadanía a sumarse a una convocatoria mundial de movilizaciones por el Clima, en defensa del futuro, de una planeta vivo y de un mundo justo el próximo 27 de septiembre. Piden que sea declarada «de manera inmediata» la emergencia climática y que de manera igualmente urgente sean implementadas «las medidas concretas necesarias para reducir rápidamente a cero las emisiones netas de gases de efecto invernadero».
Mi conciencia se abre paso entre la tos perruna para recordarme que este año la Caravana había incorporado entre sus objetivos el de visibilizar las migraciones climáticas, un objetivo que seguramente no hemos sido capaces de visibilizar suficientemente, y que es lo que me lleva a escribir, rápido y entrecortado, entre tos y tosio.
El cambio climático está produciendo hambre, conflictos y el desplazamiento de muchas poblaciones en África y en el mundo. Guarda relación con el acaparamiento de recursos energéticos e hidrológicos de los países del norte y de las empresas transnacionales, pero sus efectos se despliegan hasta los países del sur, que lucha contra las consecuencias: sequías, inundaciones, etc.
Hay 507 conflictos en todo el mundo por el control del agua. Los gobiernos del norte no quieren entender la gravedad y la necesidad de medidas urgentes para reducir el calentamiento del planeta, con lo que la única posibilidad que dejan a quienes habitan en el Sur es la de migrar.
Las personas refugiadas por motivos climáticos no existen para el Derecho Internacional. Sin embargo, los y las refugiadas climáticas ha crecido de forma exponencial y los países afectados son más de 100.
Tampoco el estado español es inmune al impacto del cambio climático por su posición geográfica. Además, es lugar de destino para las personas refugiadas, también climáticas. Ejemplo de ello son las personas procedentes de Siria y Colombia. También de Senegal, donde la pesca masiva de los países del norte y la sequía del campo, ha hecho insostenible la vida.
Se necesita una respuesta rápida y estable en el tiempo, pero lo cierto es que los discursos y compromisos de los gobiernos sobre los derechos de las personas refugiadas, la protección del medio ambiente y el desarrollo sostenible, suelen sucumbir ante los intereses económicos.
Los cambios climáticos están modificando nuestro mundo, y los desastres que provocan generan desigualdad y pobreza. Por lo tanto, los seres humanos vamos a hacer –y ya hacemos– lo que siempre hemos hecho: migrar hacia zonas que sean más vivibles. Por esto, es necesaria ahora más que nunca una estrategia y, además, una mayor conciencia social sobre las personas refugiadas climáticas.
En esta Caravana hemos conseguido visibilizar muchas cuestiones relacionadas con esos espacios de no derecho en que se han convertido las fronteras: las viejas y nuevas estructuras como los CIEs y los CATE, la explotación de las trabajadoras transfronterizas y las temporeras de la fresa, las condiciones de vida en los asentamientos de chabolas, las de la infancia y adolescencia migrante, la criminalización de la solidaridad, las fosas comunes en el Mediterráneo y en el Río Bravo, la globalización de las fronteras y los espacios neofascistas, etc.
Sin embargo, y aunque lo llevábamos enunciado en el Manifiesto y en los Puntos de interés del Recorrido, nos ha quedado pendiente visibilizar la cuestión de las migraciones por causas climáticas. Las personas y organizaciones comprometidas en la defensa por el derecho a migrar y a vivir con dignidad tenemos que adoptar un compromiso firme también en la denuncia de las causas que obligan a las personas a desplazarse y en señalar a las empresas transnacionales que acaparan y expolian las tierras y los recursos necesarios para la vida, y a los gobiernos cómplices que con sus políticas económicas y los tratados de comercio e inversiones, defienden intereses de una minoría frente a la mayoría social y a la sostenibilidad del planeta.
Teníamos que hablar de ello. Se lo debemos a todas las personas jóvenes que este año han viajado en Caravana, porque tienen derecho a un futuro, y a que ese futuro alcance no solo para los Viernes, sino para todos los días de la semana. Fuimos, somos y seremos refugiadas, especialmente si no introducimos en nuestra agenda de una manera prioritaria la cuestión climática vinculada a la denuncia del modelo de producción y consumo capitalista, contrario a la vida y a la sostenibilidad del planeta.
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